Creo que todos guardamos en la memoria la imagen de un lugar que alguna vez visitamos y que nos impactó por su belleza y armonía, o de algún momento grato. Cuando llegan los momentos difíciles esos recuerdos o imágenes que guardamos, podemos volver a traerlos al hoy y deleitarnos con la serenidad de un paisaje o la gratitud de un momento muy preciado y revivirlo, mientras la rutina de la vida real continúa.
Pero lo bueno es que además, tenemos la capacidad de cocrear en nuestro corazón recuerdos amables, nuestro propio archivo de la cocreación de un jardín interno en nuestro corazón, al que podamos recurrir y que nos sirva de refugio para recuperar la paz perdida.
No importa dónde nos encontremos, ni qué nos hallemos haciendo, en cualquier momento podemos recrear a voluntad la imagen preciosa del jardín creado en nuestro corazón, su visión nos acompaña para siempre y podemos repetirla a nuestro antojo.
Tal vez, nos hallemos trabajando, en un día arduo, con presiones internas/externas por llegar al resultado de cierto trabajo encomendado, o se nos hace interminable la espera para viajar de regreso a casa, o necesitemos ser puntuales con algún horario preestablecido, o si estamos cansados por exceso de trabajo, o cualquier otra situación que nos provoque tensión, solo nos toma unos minutos visitar ese santuario cocreado en nuestro corazón y recobrar allí nuestras fuerzas. Y tal vez, ese lugar sea coincidente con el lugar de juegos y armonía creado para para el bienestar de nuestros Niños internos.
Pero lo bueno es que además, tenemos la capacidad de cocrear en nuestro corazón recuerdos amables, nuestro propio archivo de la cocreación de un jardín interno en nuestro corazón, al que podamos recurrir y que nos sirva de refugio para recuperar la paz perdida.
No importa dónde nos encontremos, ni qué nos hallemos haciendo, en cualquier momento podemos recrear a voluntad la imagen preciosa del jardín creado en nuestro corazón, su visión nos acompaña para siempre y podemos repetirla a nuestro antojo.
Tal vez, nos hallemos trabajando, en un día arduo, con presiones internas/externas por llegar al resultado de cierto trabajo encomendado, o se nos hace interminable la espera para viajar de regreso a casa, o necesitemos ser puntuales con algún horario preestablecido, o si estamos cansados por exceso de trabajo, o cualquier otra situación que nos provoque tensión, solo nos toma unos minutos visitar ese santuario cocreado en nuestro corazón y recobrar allí nuestras fuerzas. Y tal vez, ese lugar sea coincidente con el lugar de juegos y armonía creado para para el bienestar de nuestros Niños internos.
Allí hay cierta magia que inunda todo lo que vemos y sentimos porque fue creado con la ayuda de nuestros Niños que fueron diciéndonos qué necesitaban para estar a resguardo y ser felices y con esa intención ha sido creado.
El recordar ese lugar, el volver allí cada vez que lo necesite no es trabajo de la mente, es trabajo del corazón. Todo nuestro Ser se conmueve para llegar allí, y siendo la experiencia tan grata, logra llevarnos a estados de calma y a sensaciones de placer y serenidad.
Relajarnos cuando estamos tensos ha dejado de ser el privilegio tan solo de estados meditativos para formar parte de nuestro trabajo interno diario, convirtiéndose paso a paso en la prioridad de quienes deseamos conservar la salud y el equilibrio.
Nosotros mismos estamos preparados para construir nuestro refugio, y es un privilegio crear belleza con los elementos que siempre quisimos tener y que tan bien nos hacen.
Cada objeto que colocamos allí, corresponde a un aspecto de nosotros mismos y está relacionado con las necesidades de nuestro Ego/Niño Interior.
El jardín interno también facilita las prácticas espirituales diarias. En ese lugar íntimo podemos estar a solas o dejar a nuestros Niños solos porque nada habrá de pasarles, fue cocreado para su felicidad y el encuentro con nuestra Alma.
Crear un jardín interno es pues una inversión muy productiva, y el esfuerzo requerido es mínimo. Solo se trata de escuchar las necesidades de nuestros Niños Internos creándoles el paraíso, y dejarlos disfrutar a voluntad de la armonía y la paz con la que nuestro cuerpo celebra esa visión tan añorada.
Aprendamos a cocrear nuestra felicidad!
Aleyla
No hay comentarios:
Publicar un comentario