La Paz de Dios

jueves, 11 de septiembre de 2008

A los Pies del Maestro


Cuando tu cuerpo desee algo, detente y reflexiona si Tu realmente lo deseas. Porque Tu eres Dios y querrás solamente aquello que Dios quiere; pero es preciso que busques en la profundidad de tu ser, hasta encontrar al Dios en tu interior y escuchar Tu voz que es Su voz.


A menudo, cuando se presenta una oportunidad de ayudar a alguien, el cuerpo físico dice: "¡Qué molestia me causa esto, dejemos que lo haga otro!" Pero el hombre replica a su cuerpo: "Tú no me impedirás efectuar una buena obra".

El cuerpo astral tiene sus deseos por docenas; querrá que tu montes en cólera; que digas palabras ásperas, que sientas celos, que codicies dinero, que envidies las posesiones ajenas... Deseará todas estas cosas y muchas más, no porque quiera hacerte daño, sino porque gusta de las vibraciones violentas y le place cambiarlas continuamente. Pero tu no necesitas de estas cosas y por tanto debes discernir entre tus necesidades y las de tu cuerpo astral.

Tu cuerpo mental deseará considerarse orgullosamente separado de los otros; pensar mucho en sí y poco en el prójimo. Aún cuando lo hayas desligado de los intereses mundanos, tratará todavía de ser egoístamente calculador y de hacerte pensar en tu propio progreso en vez de pensar en la labor del Maestro y en ayudar a los demás.
Porque el discípulo es uno con su Maestro, y basta con que eleve su pensamiento, hasta el pensamiento del Maestro, para percibir inmediatamente si concuerda con él. Si no está de acuerdo, su pensamiento no es correcto y lo cambiará instantáneamente, porque el pensamiento del Maestro es perfecto, pues El lo sabe todo.

Aprende a distinguir entre lo egoísta y lo desinteresado. Porque el egoísmo tiene muchas formas, y cuando crees haberlo destruido por fin en una de ellas, surge en otra, tan fuerte como siempre. Pero, gradualmente estarás tan lleno con el pensamiento de ayudar a los demás, que no tendrás ya lugar ni tiempo para pensar en ti mismo.

Bueno será que te acostumbres desde ahora a pensar cuidadosamente antes de hablar, porque una vez alcanzada la Iniciación, deberás vigilar cada palabra a fin de que no se te escape lo que no debe ser revelado. Acostúmbrate, pues, a escuchar mejor que a hablar; no des tus opiniones si no se te piden directamente.
El Maestro enseña que ninguna importancia tiene para el hombre lo que viene del exterior: tristezas, dificultades, enfermedades y pérdidas. Todas estas cosas han de ser consideradas por ti como nada, y no debes permitir que perturben tu calma.
Piensa cada día en alguien que sepas que está afligido o sufriendo, o necesitado de ayuda y vuelca sobre él el caudal de tu amoroso pensamiento.


Soporta tu Karma, cualquiera que sea, con ánimo alegre, considerando como un honor el sufrimiento que te sobrevenga, porque ello hará que los Regentes del Karma te juzguen digno de su ayuda. Por duro que sea, agradece que no haya sido peor.
Debes renunciar a todo sentimiento de posesión; el Karma podría separarte de las cosas que más quieres, aún de las personas a quienes más amas. También en este caso, deberás estar contento y pronto a desprenderte de cualquier cosa y de todo.

A menudo necesita el Maestro transmitir su fuerza a otros por mediación de su discípulo y no podrá hacerlo si su siervo se deja abatir por la depresión. Por tanto, que la alegría sea la norma de tu vida.

El único objetivo que deberás tener ante ti es el de hacer la obra del Maestro. Nunca debes olvidarlo, sean cuales sean las ocupaciones que te salgan al paso. De hecho, nada más podrá presentarse, pues todo trabajo útil y desinteresado es labor del Maestro y por Él debes hacerlo. Y deberás poner toda tu atención en cada parte a medida que la hagas, para que resulte lo mejor posible. Cualquier cosa que hagáis, hacedla de todo corazón, como si fuera para el Señor y no para los hombres.

La finalidad única significa también que nada deberá apartarte, ni por un momento, del Sendero en el cual has entrado. Ni las tentaciones, ni los placeres del mundo, ni afecto terrestre alguno, deberán jamás desviarte.
De todas las cualidades requeridas, la más importante es el AMOR, porque si el amor está suficientemente desarrollado en un ser, le obliga a adquirir todas las demás; que, sin amor, jamás serían suficientes.


Puesto que Dios es amor, tú, que anhelas llegar a ser uno con Él, debes estar lleno de perfecto desinterés y también de amor.
Nunca hables mal de nadie y rehusa escuchar a quien se expresa mal de otro, haciéndole observar con dulzura: "Quizá no sea verdad y si lo fuese, es más caritativo no hablar de ello".


Quien se halla en el Sendero, no existe para sí mismo, sino para los otros; se ha olvidado de sí para poder servirles; es como una pluma en la mano de Dios, a través de la cual puede fluir el pensamiento Divino y encontrar, aquí en la tierra, una expresión que sin ella no podría tener. Pero al mismo tiempo es un viviente canal de fuego, que derrama sobre el mundo el Divino Amor que inunda su corazón.

Sacrificio/Voluntad, Sabiduría/Conocimiento y AMOR, son los tres aspectos del Logos y vosotros, que deseáis alistaros a su servicio, debéis hacer gala de ellos en el mundo.




Fuente: Krishnamurti, "A los pies del Maestro".