Es, probablemente, la más popular de las creencias mitológicas del ámbito incaico que aun sobreviven con fuerza en algunas regiones del Noroeste Argentino (NOA) y muy especialmente en Jujuy.
Aún la gente que profesa intensamente la fe católica, continúa venerando a la Pachamama, como siglos atrás lo hacían sus antecesores.
La difusión del mito usa como vehículo las lenguas quichua y aimara.
Cuando llegaron los españoles, la Pachamama ya era una leyenda en el folklore incaico, lo cual indica que su origen hay que buscarlo en las comunidades agrícolas del occidente sudamericano.
Un sin fin de versiones caracterizan a la Pachamama, pero es posible reunirlas en dos grandes corrientes: una, que le atribuye individualmente unipersonal. Diosa mayor Madre de la Tierra, esposa de Pachacámac, el supremo hacedor, Dios de Dioses y de todo lo existente; la otra, muy conocida entre los indígenas del altiplano Boliviano dice de que no se trata de un solo ser, sino de millares de ellos. Su aspecto es el de pequeños duendes que viven en parejas, hombre y mujer, y residen en los terrenos del cultivo, los que se producen abundantemente o no, de acuerdo a las ofrendas recibidas.
Sin duda, esta fecha tiene un importante significado para las culturas que nos precedieron en todo el ámbito americano. A veces, uno se pregunta, si fue una casualidad la coincidencia de respeto y amor hacia la Madre Tierra, en distintos ámbitos de los originarios o aborígenes que poblaron el suelo americano.
Cuando hablamos de Pachamama, diríamos que Pacha, comprende la tierra, el espacio, el tiempo, el universo todo, inclusive el medio ambiente en una visión integradora y unitaria.
Pachamama para nuestra cultura Andino Inka, es la Diosa Protectora de los bienes materiales y espirituales de este universo, es decir en la propia naturaleza.
Dentro de esa concepción aborigen, se dice que la tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra, como todo lo que existe en ella.
En la actualidad, después de 500 años, está vigente la creencia de que la Pachamama sigue siendo la deidad protectora del aire, del agua, de la luz, del fuego, de la vida vegetal, animal y humana, ya sea en las montañas, en los mares, en las pampas o en los montes, por eso, cada 1º de agosto se le rinde culto a nuestra Madre Tierra o Naturaleza.
Muchas son las ceremonias en su honor: cuando comienza la siembra y cuando se inicia la cosecha, en las marcadas y señaladas de la hacienda. Pero el homenaje principal se observa durante el mes de agosto, especialmente el primer día del mes.
La ceremonia comienza a horas muy temprana, con el sahumado de la vivienda. Más tarde se trasladan hasta el centro del patio, donde se procede al cavado de un hoyo, o recavado y se da de comer y de beber a la Madre Tierra, enterrando en un lugar cerca de la casa, una olla de barro con comida cocida. También se pone hojas secas de coca, YICTA, alcohol, vino, cigarros y chicha para con los que se va a chayar, es decir pagar a modo de ofrenda a la Pachamama.
Y para completar la ceremonia, los presentes se toman de la mano para expresar el espíritu de hermandad que reina, y en rueda danzan alrededor del hoyo ya tapado, al son de la caja, flauta y la copla.
Hoy se da este nombre a la tierra en un concepto deificado. Es la Madre Tierra, como la representación del dios del bien, ella que nos demuestra generosidad en todo sentido, haciendo mudar los frutos u ofreciéndonos los minerales y riquezas guardadas en su seno.
A esta deidad periódicamente se le rinde pleitesía mediante el acto ritual denominado Chaya, en afán de reparar con este rito la acción humana de hollar en su seno, al mismo tiempo se agradece los bienes que nos ofrece para nuestro sustento o las riquezas que guardaba en su seno, pidiendo que no deje de favorecernos.
La Pachamama es por lo tanto la diosa femenina de la tierra y la fertilidad; una divinidad agrícola benigna concebida como la madre que nutre, protege y sustenta a los seres humanos. La Pacha Mama vendría a ser la diosa de la agricultura comunal, fundamento de toda civilización y el Estado Andino.
Imagen: Gentileza de: http://coleccion.educ.ar
Aún la gente que profesa intensamente la fe católica, continúa venerando a la Pachamama, como siglos atrás lo hacían sus antecesores.
La difusión del mito usa como vehículo las lenguas quichua y aimara.
Cuando llegaron los españoles, la Pachamama ya era una leyenda en el folklore incaico, lo cual indica que su origen hay que buscarlo en las comunidades agrícolas del occidente sudamericano.
Un sin fin de versiones caracterizan a la Pachamama, pero es posible reunirlas en dos grandes corrientes: una, que le atribuye individualmente unipersonal. Diosa mayor Madre de la Tierra, esposa de Pachacámac, el supremo hacedor, Dios de Dioses y de todo lo existente; la otra, muy conocida entre los indígenas del altiplano Boliviano dice de que no se trata de un solo ser, sino de millares de ellos. Su aspecto es el de pequeños duendes que viven en parejas, hombre y mujer, y residen en los terrenos del cultivo, los que se producen abundantemente o no, de acuerdo a las ofrendas recibidas.
Sin duda, esta fecha tiene un importante significado para las culturas que nos precedieron en todo el ámbito americano. A veces, uno se pregunta, si fue una casualidad la coincidencia de respeto y amor hacia la Madre Tierra, en distintos ámbitos de los originarios o aborígenes que poblaron el suelo americano.
Cuando hablamos de Pachamama, diríamos que Pacha, comprende la tierra, el espacio, el tiempo, el universo todo, inclusive el medio ambiente en una visión integradora y unitaria.
Pachamama para nuestra cultura Andino Inka, es la Diosa Protectora de los bienes materiales y espirituales de este universo, es decir en la propia naturaleza.
Dentro de esa concepción aborigen, se dice que la tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra, como todo lo que existe en ella.
En la actualidad, después de 500 años, está vigente la creencia de que la Pachamama sigue siendo la deidad protectora del aire, del agua, de la luz, del fuego, de la vida vegetal, animal y humana, ya sea en las montañas, en los mares, en las pampas o en los montes, por eso, cada 1º de agosto se le rinde culto a nuestra Madre Tierra o Naturaleza.
Muchas son las ceremonias en su honor: cuando comienza la siembra y cuando se inicia la cosecha, en las marcadas y señaladas de la hacienda. Pero el homenaje principal se observa durante el mes de agosto, especialmente el primer día del mes.
La ceremonia comienza a horas muy temprana, con el sahumado de la vivienda. Más tarde se trasladan hasta el centro del patio, donde se procede al cavado de un hoyo, o recavado y se da de comer y de beber a la Madre Tierra, enterrando en un lugar cerca de la casa, una olla de barro con comida cocida. También se pone hojas secas de coca, YICTA, alcohol, vino, cigarros y chicha para con los que se va a chayar, es decir pagar a modo de ofrenda a la Pachamama.
Y para completar la ceremonia, los presentes se toman de la mano para expresar el espíritu de hermandad que reina, y en rueda danzan alrededor del hoyo ya tapado, al son de la caja, flauta y la copla.
Hoy se da este nombre a la tierra en un concepto deificado. Es la Madre Tierra, como la representación del dios del bien, ella que nos demuestra generosidad en todo sentido, haciendo mudar los frutos u ofreciéndonos los minerales y riquezas guardadas en su seno.
A esta deidad periódicamente se le rinde pleitesía mediante el acto ritual denominado Chaya, en afán de reparar con este rito la acción humana de hollar en su seno, al mismo tiempo se agradece los bienes que nos ofrece para nuestro sustento o las riquezas que guardaba en su seno, pidiendo que no deje de favorecernos.
La Pachamama es por lo tanto la diosa femenina de la tierra y la fertilidad; una divinidad agrícola benigna concebida como la madre que nutre, protege y sustenta a los seres humanos. La Pacha Mama vendría a ser la diosa de la agricultura comunal, fundamento de toda civilización y el Estado Andino.
Imagen: Gentileza de: http://coleccion.educ.ar
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