Epifanía quiere decir manifestación.
Pero la manifestación de Cristo al mundo encierra muchos aspectos.Celebramos en el tiempo de Navidad dos clases de sucesos que manifiestan progresivamente en Jesús al Hijo de Dios hecho hombre.
Unos perfilan su nacimiento e infancia, otros señalan los comienzos de su vida pública.
Entre los primeros, el más significativo es la llegada de los Magos a Belén, entre los segundos, el bautismo del Señor en el Jordán.
Si la llegada de los magos ha centrado más la atención que la de los pastores, es debido a que se trataba de unos hombres que venían de fuera de las fronteras de Israel, del Lejano Oriente. Al atraerles hacia Cristo-Niño, Dios quiso revelar “para luz de los pueblos, el misterio de nuestra salvación”.
Se trata de una Fiesta de Cristo, “Señor del señorío que nos esclarece la gloria de su inmortalidad”.
La Epifanía es también, por consiguiente, la fiesta de la vocación de los hombres a la Fe, y después a la visión de Dios. Jesús, que en la Eucaristía “se da en comida”, se encuentra presente en nuestro caminar hacia la luz, desde la fe hasta la visión. De este modo, la celebración litúrgica nos ofrece “su luz” que nos orientará, como a los Magos, hasta el final del camino.
Es en el Evangelio según San Mateo que se menciona la visita de los magos (Mateo 2,1-6):
"Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo. Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías.
En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta:
Y tú, Belén, tierra de Judá,
ciertamente no eres la menor
entre las principales ciudades de Judá,
porque de tí surgirá un jefe
que será el Pastor de mi pueblo, Israel"
Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella los envió a Belén, diciéndoles: "Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje".
Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella, se llenaron de alegría. Y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje.
Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra.
Mateo 2,1-11
Oro, incienso y mirra... Cada regalo que los Magos ofrecieron al Niño tiene un valor simbólico.
El valioso oro aclama a Jesús como Rey de Reyes, el aromático incienso aclama a Jesús como Dios, y la mirra (sustancia o perfume utilizado en el embalsamiento de cadáveres) reconoce a Jesús como hombre mortal. Dios, Rey y Hombre.
Los Magos de Oriente, mencionados en los Evangelios, gozaron siempre de la simpatía de los hombres, ya que fueron auténticos protectores de de Jesús, cuando Herodes pretendía acabar con su vida al nacer.
El Evangelio no dice cuántos eran pero el Papa San León dice que probablemente eran tres. Lo deduce por los tres regalos que le trajeron.
Encontraron a Jesús con su Madre María.
A Jesús lo encontramos con su Santísima Madre.
Por eso, para ir a Jesús, nosotros iremos hacia su Madre, María.
Por otra parte, es Dios quien, según los Evangelios, guía a los Magos hasta el portal de Belén, a través de la Estrella de Oriente.
"Jesús,
que a imitación de los Magos de Oriente vayamos también nosotros,frecuentemente a adorarte en tu Casa, que es tu Templo, nuestro Templo, y que jamás vayamos con las manos vacías.
Que te llevemos el oro de nuestras ofrendas, el incienso de nuestra Fé fervorosa y la mirra de aquello que te ofrecemos y hacemos para permanecer siempre en Tí,
Y que te encontremos siempre junto a tu Madre Santísima María, a quien honramos y veneramos como Madre Tuya y Madre nuestra.
Amén, Amén, Amén, Amén."
Aleyla